Título inspirado de La metamorfosis de Kafka.
¿Qué tendrán los diarios encontrados que te zarandean tanto la vida? Esto es lo que le ocurre a Elena Rincón, protagonista de esta novela corta, tras la muerte de su madre. Elena lleva una vida monótona, con pocos estímulos reales y una fuerte adicción al hachís; está casada y tiene una hija con la que no tiene una buena relación, a diferencia del marido, con el que solo comparte ratos fumando porros. La hija lleva el mismo nombre que la madre recién fallecida, Mercedes, y esto le hace pensar a Elena que su madre y su hija comparten, (compartían) un mundo en el que ella no tiene cabida. No parece afectarle mucho ya que vive como anestesiada. Los diarios de la madre le mostrarán que no era tan distinta a ella, es más, a medida que los va leyendo experimenta una especie de identificación (ambas sufren de males físicos similares y la madre también era adicta, al alcohol). La lectura y el descubrimiento incitan a Elena a escribir su propio diario, un acto que la liberará a través del autoanálisis.
Paralelamente, Elena sospecha la infidelidad de su marido y contrata a un investigador privado para que lo siga. Muy pronto, se aburre con la información proporcionada por el detective y, sin revelarle nada sobre su identidad, le ordena seguirla a ella misma. El detective empieza a redactar unos informes cada vez más subjetivos e interesantes para ella, informes que darán «certificado de su existencia», la percepción del otro y la harán reflexionar sobre sí misma y su propia vida. Todo esto, hará que cada vez le apetezca menos fumar y le dará fuerzas para llevar a cabo su metamorfosis.
Asimismo, Elena (re)construye su identidad a través de una recopilación de miradas fragmentarias, (no sé si existe una mirada unitaria de algo o alguien): la de su madre, la de los sueños que tiene, la de la lucidez que va adquiriendo sin hachís y sobre todo la del detective, por quien se sentirá algo atraída, especialmente por cómo éste la define en sus informes y la defiende de ese entorno que la maltrata, sin ella darse demasiada cuenta y ante el cual reaccionará. Todo esto la hará más consciente de todo, incluso de su propia soledad. De ahí, seguramente, el título de la novela.
Millás ha construido una auténtica obra de ficción, con un montón de elementos interesantes y de submundos que merecen ser explorados: el uso de diferentes narradores; el fuerza del diario, la narración dentro de la narración… Merece la pena leerla un par de veces y comentarla en club de lectura, porque es profunda y rica en distintos niveles de lectura. El personaje de Elena es enormemente detallado, vemos cómo es, cómo siente, cómo respira. Y está muy bien contrapuesto al de la madre y al de la hija, colocándose ella en medio de un algo que puede cambiar, si ella quiere.
La prosa es potente, sobria y muy contenida. Merece la pena detenerse a pensar tras la lectura de algunos pasajes ya que esconden, para quien quiera verlo, un verdadero tratado de filosofía.
A continuación, incluyo un par de pasajes en los que vemos cómo la protagonista descubre cosas que siempre había creído ser de una determinada manera y han resultado ser de otra porque otros han intervenido. Esto la asombra y la hace cambiar la percepción y el sentimiento hacia su madre muerta.
Esta ciudad es un cuerpo visible, pero la visibilidad no es necesariamente un atributo de lo real. Quizá no exista ni existamos nosotros, del mismo modo que no existió aquel tesoro que encontré en la playa. Todavía no sé si la revelación debe ponerme triste o excitarme, porque si bien es cierto que ese hallazgo constituyó una mentira, no es menos cierto que alguien en quien su propia madre realizó un sueño de ese tamaño está obligada a buscar un destino diferente.
[…] Mi madre me mostró el estrecho pasillo y las mezquinas habitaciones por las que debería discurrir mi existencia, pero al mismo tiempo me dio un mundo para soportar ese encierro o para hacerlo estallar en mil pedazos. Me dio todo lo bueno y todo lo malo al mismo tiempo y confusamente mezclado, pero me dejó su butaca y su reloj: la butaca para que me sentara a deshacer la mezcla y el reloj para medir el ritmo de la transformación.
El reloj y la butaca son dos elementos heredados por Elena que simbolizan mucho más de lo que parece y que desvelarán buena parte del entresijo psicológico de la protagonista.
Esta novela obtuvo el Premio Nadal el año 1990. No la había leído hasta ahora y la volvería a leer de un tirón. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de una historia tan bien contada y armada.