El feminismo es para todo el mundo de bell hooks

El feminismo es el humanismo.

La pasada noche soñé con bell hooks. Ya es extraño, la conozco solo por sus libros y su apasionado activismo. Supongo que es porque me enteré de su muerte la víspera y antes de acostarme, hojée los dos libros que tengo en casa para homenajearla y recordarla. Como el del amor (reseñado aquí) lo tenía aún bastante presente, me centré en el que tenemos entre manos y lo primero que sentí fue que hay que leerlo varias veces para que cale bien y si es posible, tomando apuntes o, como me gusta hacer a mí, leyendo fragmentos en voz alta. Me hubiera gustado oírla hablar de su último libro, Deseo de cambiar, que leeré y regalaré como buena discípula que me considero de hooks, pero sobre todo como defensora y activista de la única teoría de justicia social que podría salvar al mundo de la violencia.

Con este ensayo, la autora nos regala una especie de «manual» sencillo, accesible a todo el mundo y con el claro objetivo de eliminar prejuicios en torno al concepto de feminismo —y en torno a las feministas como mujeres que «odian a los hombres». Por una parte, hooks desesencializa la relación entre mujer = feminista / hombre = enemigo, sosteniendo que un hombre que ha renunciado a sus privilegios de sexo es un compañero de lucha, de la misma manera que una mujer que sigue anclada en el sexismo es un peligro. Por otra, y este es el punto revolucionario de este ensayo, nos hace ver que el feminismo es global e incluye a todo el mundo —de ahí que me atreva a decir que es un humanismo.

Así pues, los hombres no son el problema principal, sino el comportamiento que se les inculca o se les supone por nacer hombres, si bien es cierto que tienen dificultad para deshacerse del privilegio patriarcal. El problema es ese paternalismo neocolonial que reproducimos al, por ejemplo, someter a otras personas consideradas de categoría inferior, por su clase social, raza, género o nivel adquisitivo. Ella describa muy bien cómo esas primeras feministas, mujeres blancas occidentales, repitieron ese patrón patriarcal. La propia hooks fue víctima de la segregación racial y sexista de Estados Unidos y es desde la experiencia personal que se posiciona para defender el feminismo en el que cree profundamente.

Su interesante propuesta es descolonizar la mente, es decir, tomar conciencia e identificar las prácticas sexista para irlas cambiando poco a poco, hasta erradicarlas. Para ello, es preciso reflexionar y compartir dichas reflexiones con otras personas (es importante que haya alguna formada en feminismo para que nos vaya guiando) y partir de una «práctica amorosa», inclusiva y sobre todo, paciente, ya que romper patrones y cambiar mentalidades requiere de mucho tiempo.

Otra interesante reflexión es la de la violencia patriarcal. Hooks propone desechar el término de violencia doméstica, al que considera reduccionista por asociarlo solo a algo que sucede en un espacio íntimo que es privado y, de alguna manera menos brutal, que la violencia que se produce fuera del hogar.

La violencia de los hombres contra la mujeres ha recibido mucha atención en los medios de comunicación de masas, pero su visibilización no ha llevado al público estadounidense a cuestionar las causas subyacentes de esta violencia, a enfrentar el patriarcado. El pensamiento sexista sigue respaldando la dominación masculina y una de sus consecuencias: la violencia.

Los capítulos que más me han tocado son los de masculinidad feminista y crianza feminista porque la autora da cuenta de lo poco (y de lo mal) que educamos a los varones, desde la escuela y desde casa. En una sociedad donde los niños y niñas no tienen derechos civiles, son considerados como «propiedad» y a menudo se ejerce violencia sobre ellos. Además, existe en el imaginario colectivo (al menos de EEUU) que un hogar monoparental es incompleto y que los niños y niñas se sienten emocionalmente inseguros. Lejos de la realidad:

Los niños y las niñas deben crecer en un entorno de amor y cariño. Cuando surge cualquier tipo de dominación, entonces falta el amor. Los hogares encabezados por padres cariñosos, mujeres u hombres, solteros o en pareja, de distinto o del mismo sexo, tienen más probabilidades de criar a niñas y niños felices y sanos con una buena autoestima.

Como decía al principio, este libro hay que leerlo al menos una vez en la vida y releerlo de vez en cuando para ir sacudiéndose de esas ideas que durante mucho tiempo hemos entendido de manera equivocaba, como que la liberación sexual es la promiscuidad o que una buena relación sexual culmina con la penetración de un pene. Estas y tantas otras no son sino formas de perpetuar el sexismo y el pensamiento patriarcal. El cambio tiene que ser más profundo para que sea real y, desgraciadamente, pocas personas están dispuestas a dar el paso. Muchas tienen miedo, otras pereza. Pero no hay que perder la esperanza.

Este librito me lo regaló mi amiga Anabel Ramos, bibliotecaria, conductora de un club de lectura feminista al que gustosamente asisto, y preciosa persona con quien comparto la pasión por muchas cosas, pero sobre todo, por los buenos libros. ¡Gracias, querida!

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