Se puede disfrutar de la crueldad cuando está bien narrada. Detrás de ella solo puede haber amor.
El universo que Tatiana Tîbuleac retrata en esta novela desde la primera línea hasta la última es de una belleza inusitada. Con una pluma enérgica y locuaz, no baja el ritmo y nos mantiene con el corazón encongido durante toda la trama, como si así, imbuidos por la lectura, pudiéramos evitar que suceda lo que ya se anuncia en las primeras páginas.
Aquella mañana en que la odiaba más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que haya existido jamás.
Narrada con una gran variedad de contraste, oximorones y sinestesias, paseamos por la vida del joven Aleksy que recuerda, desde la edad adulta y con la perspectiva de la distancia, el último verano pasado con su madre, siendo él un adolescente sin demasiadas luces, cabreado con el mundo y principalmente con la que lo trajo al mundo, a quien acusa de no haberlo criado con amor. Tanta ira tiene el muchacho, que en algún momento desea su muerte y también piensa en el suicidio. Esto que nadie se atreve a decir el lo cuenta con todo lujo de detalle y sin pelos en la lengua.
Las cosas cambian cuando a la madre le diagnostigan un cáncer y deciden alquilar un casita en el sur de Francia para las vacaciones de verano.
Se va produciendo entre ellos un acercamiento paulatino que hará que nos encariñemos de ambos personajes y que deseemos desafiar al destino.
La mirada de Aleksy es, por una parte, un recuerdo pincelado por la experiencia y la terapia que ha necesitado para entender y perdonar y por otra, una maravillosa declaración de amor y comprensión, madura y compasiva, hacia la vida de su madre, que también aprende a quererlo cuando ya no hay esperanza de seguir, cuando ya no hay nada que hacer contra la enfermedad.
Pero sí, mientras hay vida hay esperanza y en esta novela queda claro que podemos cambiar las cosas hasta el instante justo antes de morir, y quién sabe, incluso después, porque el periplo que sigue el muchacho al quedarse huérfano está también influenciado por la viviencia compartida de ese verano y es un arranque a su manera de ver el mundo y entender la vida.
Resulta curioso que pueda construirse una vida nueva a partir de los desechos de otra persona.
Mi madre encontró un hueco para cada una de las cosas que había comprado en el mercadillo la semana anterior. Comíamos y bebíamos con cubiertos nuevos, teníamos una nueva jarra de agua, un cazo nuevo y, puesto que contábamos con seis vasitos, había comprado donde Karim una botella de vodka, pero no la había abierto.
Una de las cosas que más me ha fascinado de la narración es el gusto por el detalle, la manera maravillosamente precisa de describir las cosas, de mirarlas, de acercarse a ellas y de relacionarlas con lo que va sucediendo a los personajes.
Esta lectura no te dejará indiferente.